Por: Rubén Moreta
Articulo.- Muy temprano en nuestra isla, la cacica Anacaona exhibió habilidades didácticas recreando oralmente las historias de sus antepasados, instruir sobre el valor de los rituales, modelar la religiosidad e inspirar a sus gobernados en los cacicazgos de Maguana y Jaragua.
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El cacique Caonabo también fue un gran maestro que creyó descubrir el centro de la isla, construyó un monumento en ese lugar y además de la celebración de exquisitos rituales, lo convirtió en un centro de observación astronómica.
El cacique Enriquillo asumió dotes de maestro, instruyendo a sus seguidores en las estribaciones del Bahoruco, en torno al arte de la guerra de guerrillas.
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El prócer fundador de nuestra nacionalidad apeló a sus dotes de Maestro para instruir sobre el valor de la libertad y poder contagiar a los jóvenes que les acompañaron en su aventura revolucionaria.
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Y Don Eugenio María de Hostos y Salomé Ureña inician la mayor revolución cultural en la República Dominicana, el primero sistematizando y edificando un sistema educativo nacional, formando al magisterio que se adueñará de las aulas, dotándolo de las herramientas conceptuales, ideológicas y sobretodo éticas para un ejercicio docente acrisolado, y la segunda, Salomé, iniciando una luminosa revolución cultural, a través de la formación de las primeras mujeres dominicanas en el quehacer pedagógico e intelectual.
Honor imperecedero a los primeros maestros de la isla de Santo Domingo y de la República Dominicana.
El autor es Profesor UASD.
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